MIAMI, FL — 27 de agosto de 2025 — (NOTICIAS NEWSWIRE) — La historia de los inmigrantes no es solo una historia de supervivencia, es una historia de contribución, resiliencia y esperanza. Desde las granjas que nos alimentan, hasta las obras de construcción que construyen nuestras comunidades, hasta la innovación que impulsa nuestra economía hacia adelante, los inmigrantes siempre han sido hilos esenciales en el tejido de esta nación. Su trabajo, su espíritu y su creencia en el Sueño Americano no son ideales abstractos, son realidades diarias que nos enriquecen a todos.

Sin embargo, hoy en día, con demasiada frecuencia, la conversación nacional sobre los inmigrantes se enmarca en torno al miedo en lugar de los hechos. Es cierto que ninguna comunidad está libre de culpa; como en cualquier grupo, habrá algunas "manzanas podridas". Pero centrarse en las excepciones en lugar del bien abrumador es distorsionar la realidad. La gran mayoría de los inmigrantes contribuyen incansablemente a nuestra economía, nuestra cultura y nuestro sentido de humanidad compartida.

Como abogada de inmigración, soy testigo de primera mano del heroísmo silencioso de los padres que se sacrifican por sus hijos, de los jóvenes que luchan por una educación contra todo pronóstico, de las familias que trabajan duro para labrarse un futuro con dignidad y seguridad. Estos no son amenazas para Estados Unidos, son su esencia misma.

Pero hay un principio más profundo en juego aquí: cómo nosotros, como nación, elegimos liderar en el escenario global. Estados Unidos durante mucho tiempo se ha visto a sí mismo como un faro de libertad y derechos humanos, señalando con el dedo a los países que violan las libertades fundamentales. Sin embargo, cuando negamos el debido proceso a los inmigrantes en nuestros propios tribunales y centros de detención, cuando no honramos la garantía constitucional que se aplica a las "personas" y no solo a los "ciudadanos", socavamos nuestra autoridad moral.

La Constitución de los Estados Unidos, en su sabiduría, no hace distinciones en sus protecciones básicas. La Quinta y Decimocuarta Enmienda no hablan de "ciudadanos" sino de "personas". Eso no es una casualidad. Nuestros Fundadores, en su visión, entendieron que la justicia debe ser universal si quiere significar algo. Aplicar selectivamente el debido proceso es traicionar tanto el espíritu como la letra de nuestra carta legal más sagrada.

Si condenamos a otros por violar los derechos humanos en el extranjero mientras excusamos violaciones similares en casa, ¿qué dice eso de nosotros? ¿Estamos liderando con el ejemplo, o nos estamos convirtiendo lentamente en lo que decimos oponernos? El peligro radica en volvernos indistinguibles de aquellos a quienes criticamos.

La respuesta no es retroceder en el miedo o endurecer nuestros corazones, sino elevarnos por encima, modelar la compasión y la empatía que siempre han sido las verdaderas fortalezas de Estados Unidos. Liderar no es reflejar los peores instintos del mundo, sino encarnar lo mejor.

En esta encrucijada, debemos decidir: ¿seremos un país que honra su Constitución y sus compromisos morales, o nos convertiremos en lo que una vez resistimos? Creo que Estados Unidos es más fuerte cuando permanece compasivo, cuando trata a los inmigrantes no como estadísticas o chivos expiatorios sino como seres humanos merecedores de dignidad y debido proceso.

El mundo está mirando. Seamos el ejemplo que inspire, no la advertencia que otros usen para justificar sus propios abusos.

Sobre el autor
Maribel A. Pizá es una abogada de inmigración dedicada a abogar por políticas que defiendan la justicia y la equidad. Está disponible para comentarios y se puede contactar en (954) 367-6492 o maribel@maribelpizafl.com.

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Por Maribel A. Pizá, Esq.

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